Es
curioso todo.
Este
salón que me hace esperarte, que se ha vuelto mi abrigo mientras llueve fuera.
Suenan
pasos en el portal. Sonrío.
Qué
simple es todo.
Entras
con prisas porque quieres desvestirte lo antes posible.
Las
paredes y yo te seguimos con la mirada,
esperando
atención
-me
dan ganas de ser más invisible-
Es
eco todo.
El
aire que has provocado al pasar rápido,
-corriendo
hacia el otro extremo de la casa ,sin pausa-
me
huele distinto.
Tu
mirada es distinta, tu forma de andar, TODO.
Qué
distinto es todo.
Tienes
la expresión de un moribundo
-creo
que te estás muriendo en casa.
Creo
que me estás matando desde la cocina-
Echo
de menos leer las páginas negras de tus silencios,
escuchar
a los libros contigo,
que
la tele nos mire apagada,
que
hablemos sin sonido- como los protagonistas de «Amanecer» de Murnau.
¿Eso
pasa? ¿Tú eres el granjero y yo la mujer engañada?
Qué
inverosímil es todo.
Empiezan
a caer hojas de otoño del techo,
tus
labios ya no me huelen a orégano
y
oigo a los gorriones de la calle llamarme para que salte
-y
tú, sigues en la cocina, tarareando un tango. Queriendo ser ajeno-
Eres
como la luna
-y
no en un sentido poético-
vas
provocando mareas,
y
yo me quedo aquí ahogada, a la orilla del sofá
llena de sedimentos.
Voy
caminando hacia el pasillo
-quiero
ir con los gorriones-
deshago
la puerta a mordiscos,
para
dejarte todas las astillas
-y
que se te claven-
Soy
sigilosa. Soy un pájaro.
Estás
a punto de dejar de quererme.
Prefiero
ser gorrión y no ver el «Amanecer» de Murnau.
Es
alquitrán el cielo.
Y
tú una ciudad canalla.
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