14/10/15

TROCHILINAE


Mil doscientos latidos por minuto,
Puede que mi vida acabe en media hora.
                      -que deje de chupar las flores y que las flores mismas me dejen de parecer cadáveres-
Comparo mis minutos vida con los latidos de un colibrí,
-no he arriesgado nada-

Hago sombras chinescas con la forma de un pájaro
a través del proyector
-porque quiero volar, aunque sea con mis manos, aunque no salga de este cuarto-
mientras “La mujer de nieve” de Kaidan viene a buscarme para llevarme al remoto frío.
                  -que me arrastre rodeada de copos de nieve, que mi pelo se vuelva blanco y mis dientes negros-

Podría,
no sé cómo,
pero podría hacer estallar todos los candados
atrapados en los puentes donde algún que otro incauto
quiso dejar anclado su amor hacia otra persona.
-Y que todos lo viésemos.
                                                      Teníamos que saber cuánto se quieren-

Parece que soy la única
cuyo néctar es saber que la tristeza sigue existiendo
en pequeñas dosis.

Tú y yo somos más altos que las montañas,
no sé si lo sabes.
Podríamos volar incluso más alto, hasta donde quieras.
Mi pico podría alargarse como el de ése colibrí morado
para chupar tu dulce esencia.


Sigo encerrada en este cuarto lleno de sombras
Sigo pensando que podríamos hablar siempre
sin horas, sin paredes.

Ahora que lo pienso, creo que ese colibrí ha vivido más que yo.

Ahora que lo pienso, creo que germinará un nuevo corazón en mí
y dejaré de quererte. 


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