Siempre me ha encantado viajar,
aunque paradójicamente tenga una fobia irremediable a los aviones o a cualquier
otro objeto que no se desplace por tierra firme. Por eso, cuando mi amiga Lety me
propuso ir a visitarla a Barcelona pensé: “Iré en autobús y aguantaré las ocho
horas de viaje aunque me salga una hernia”.
Cuando compré el billete la llamé
para comunicarle mi llegada y que me contara qué planes tenía preparados
durante mi estancia.
Ella es argentina, bonaerense, de
raíces italianas y se vino a España para trabajar (o laburar como dicen en su patria), y por amor...aunque esa parte no
salió del todo bien. Pero gracias a ese amor, ella y yo nos conocimos y
entablamos una amistad que va más allá de cualquier distancia geográfica, costumbre
y nacionalidad.
La conocí en Madrid, donde ella
vivía con su novio y el hermano de éste, que a la vez era mi pareja. Todos del
mismo lugar, de la misma ciudad. Aunque siempre decían que Madrid es muy
parecida a Buenos Aires y quizá por eso eligieron la capital para quedarse a
vivir.