Ahogada entre nenúfares
que se esconden en sus
pulmones,
-que la asfixian y no la
dejan vomitar tranquila-
dormida entre juncos
que la atrapan
-y la enredan con sus
ansias de posesión-
para hundirla, disecarla.
Su cadáver pesa
pero Blanche dice que los
funerales son más bonitos que la muerte
-al menos será belleza
rodeada de velas-
Hay tierra en su garganta
y en su estómago
sedimentos de felicidad
que no logró alcanzar,
son palabras que nunca
dijo
silencios que hizo vacíos
en sus entrañas
-no se lo digas a nadie,
le decían-
Y tiene secretos en jaulas
de titanio.
Su corazón es un yunque
que la está arrastrando,
cuya negra sangre es
también alimento de mirlos que no tienen pico.
Y en su plumaje ella
encuentra cama,
y se alía con la muerte
porque quiere llorar a gusto
porque quiere reír en los
silencios
desde las cloacas
-y observar desde un
contrapicado el mundo-.
Hay que tapiar las
tristezas, se dice.
-porque nadie antes se lo
dijo-
Cementar los terrores y
esconder todos los martillos,
ordenar que quemen las
llamas,
que el fuego mismo se queme
y los nenúfares no la
rescaten.
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