Absorbiste
todo lo que soy y te lo llevaste.
He
muerto una vez más...
Te
busqué en cada parte descompuesta
de
mi sombría tristeza
y
dejé salir incontables lágrimas
para
que te contasen que si no estás
dejo
de ser yo,
porque
¿quién soy sino tú?
Te
despegaste de mi castigada fortuna
y
reprimiste toda mi existencia.
Sé
que sigo sin saber
si
alguna vez gritaste mi nombre
porque
no me encontrabas...
Sigo
sin seguir a nadie...
Contengo
mis pensamientos sin pensar,
porque
al hablar se va parte de mí.
Sentencio
todo lo que soy.
El
tiempo...un inmenso desierto,
hueco
y desocupado
que
te tiene presente
sin
estar tú a cada instante,
ocupando
su presencia pensándote.
Pero
el tiempo muere...
Inseguridades
que llueven en mí
y
te salpican.
Tanta
felicidad me aplasta....
No
consigo escapar
de
los callejones escondidos en ti,
que
perforan cada hálito que me arranco
para
sosegar las turbaciones que te custodian,
y
me mareo buscando una grieta
entre
todos los laberintos de tus silencios.
Mi
pecho amordazado
está
escupiendo todo esto
para
que le eximas
de
tanta desidia encarcelada.
Sigo
sin seguir siendo dueña de mis sueños
tapizados
en el desencantado escepticismo,
y
es tu culpa el que no pueda seguir soñando...
Me
balanceo en la inquietud
perforada
de sombras
que
se asombran de la fastuosidad
que
diluvia tu nombre.
Y
mi rumbo,
sacrificó
su trayecto por seguirte.
Y
yo sigo sin seguir viendo tu voz.
Mi
adoración,
retirada,
degenerada,
suplicando
prescindir
de este suplicio que es tenerte
y
que hace herida en todo lo que te respiro
porque ya he dejado de seguirte...
Sigo
sin dejar de venerarte...
Le
solicito a mi deshabitada vida
que
se sacie de ti
porque
saqueaste y devoraste todo lo que soy.
Sigo
sin seguir siendo nada...
Un
ánima inválida
que
no deja de disparar tormentas enmascaradas,
y
todo el amor proyectado en cada acción
estará
prohibido en cada frase que te piense.
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