Me
siento absurda cuando me miras. Pero no porque crea que eres un gigante a mi
lado, sino porque se me borran las palabras y parece que todo es un caos. Un
maldito caos que me engulle como una serpiente.
De
verdad que cuando me llega tu olor al pasar, ese aire, tu esencia, es mi
oxígeno.
Lo
que te estoy diciendo es puro, sin adulterar. Y mientras pienso en esto, voy
dejando un reguero de sonrisas para ver si me encuentras. Voy dejando un rastro
de pechos latiendo que van marcando el camino del tiempo que nos separa.
Sonrisas
y pechos que no vienen.
Cómo
me pesa todo cuando creo que no vendrás. Hasta el aire se transforma en una
pared de cemento, en una nube de algas en medio del mar.
Y
mi piel es un erizo que sacude espinas.
Y
a mi corazón, de tanto usarlo, he decidido darle la vuelta como si fuera un
chaleco reversible y estrenarlo contigo. Sí, eso. Estrenar mi corazón contigo
sería la mejor forma de no echarlo a perder. Porque creo que de esta no se salva.
Acabará en un matadero junto a otros corazones que no supieron latir tristezas.
Pieles
y corazones que no entiendes.
Cómo
me gustaría verte llorar por mí y que no sintieras que el mundo te importuna
demasiado.
Cómo
me gustaría clavar mi corazón en ti, como si fuera el aguijón de una abeja y
morir en tu piel. Aunque tuviera que desgarrarme el abdomen, y dejarte el
veneno de mi amor dentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario