Desgarrar las cortinas
de las casas inhabitables
de alguna ciudad favorita.
Saltar a la comba hecha con cristales
y querer que te pinchen
Agarrar con fuerza los tallos de una rosa
-para quedarme con las espinas y soltar los pétalos
al final del vagón en el que tú vas leyendo sin mirarme-
Eso era contemplarte
y casi quererte.
Querer dormir en un pantano y que nunca entre el sol.
Hacer nidos con clavos
y que nadie nos desancle
-o poder planear el cielo y pensar que los idiotas
son los que pisan tierra-
Y sin embargo,
a pesar de las ciudades invisibles
que te he construido,
-en donde siempre era yo ciega y tuerta-
no supe tener un corazón elástico
que te diera de sí
¿quién va a guardarlo en una caja con cerrojo?
Y si soy un tornado
-y destruyo y arrollo-
déjame arrastrar los ladridos
y los silbidos distraídos en las calles.
Querer llorar y no beber lágrimas.
Eso era perderte.
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