9/6/14

LA MANO EXTRAÑA


¡Paf! ¡Paf! ¡Paf!
Cuatro bofetadas, una detrás de otra, me despertaron repentinamente de mi sueño profundo.

Justo cuando mi onírico desconocido iba a pedirme el teléfono para quedar otro día ¿No había puesto el despertador? ¿Quién me está pegando? Miré alrededor de mi cuarto...nada. ¡Paf! Otra bofetada ¿Qué diablos...?



Me levanté nerviosa buscando aquello que me estaba despertando de manera tan pacífica.Mi mano derecha se puso delante de mí y me dio un tortazo en toda regla. ¡Ah! ¡Mi mano! ¡Mi mano se mueve sola! ¡Estoy poseída!Empecé a correr y a gritar por toda mi casa como una demente sin dejar de mirar a mi mano atacante que seguía plantada delante de mí como si me observara y estuviera planeando un nuevo ataque.


Me senté encima de ella y me puse a pensar. “No me quedan días libres para pedir en el trabajo así que voy a tener que ir. Lo mejor será coger el metro porque en el coche corro peligro. Después, llamaré a mi madre para que me dé el teléfono de la vidente que ella conoce, Inés Perta, a ver si sabe decirme qué clase de demonio tengo aquí metido. También puedo llamar a mi hermana, aunque empezará a decirme que quiero llamar la atención o que estoy como una cabra y que acabaré viviendo sola en un monte rodeada de gallinas cluecas”.

Tuve que dejar mis pensamientos a un lado porque mi mano empezó a pellizcarme el trasero. ¡Ay! Me levanté de sopetón y llegué a la conclusión de que lo mejor sería empezar a vestirme como fuera para dirigirme al trabajo. Cogí una pelota de tenis para que mi mano se entretuviera mientras me tomaba el café pero al cabo de un rato empezó a aburrirse. Lo noté porque directamente me tiró la pelota a la cara.

¡Estate quieta! ¡Necesito terminar el desayuno! ¿Qué pasa contigo? Cogí una revista y la puse sobre la encimera para que pasara las hojas. Me lavé los dientes deprisa y corriendo y me peiné, pero enseguida mi mano extraña me despeinaba. Tras varios intentos de peinar-despeinar, decidí que lo mejor sería salir a la calle con un look despeinado-desenfadado a lo animal salvaje. ¿No lo puso de moda Tina Turner en su momento? ¿No dicen que todo vuelve?

Le di a la mano extraña una pelotita antiestrés con forma de cerdito que me regaló una compañera del trabajo para que estuviera tranquila durante el trayecto. Poco me duró el experimento porque a tres paradas de terminar mi ruta, mi mano tiró la pelota al suelo. Mi otra mano la cogió y se la volvió a dar. La mano extraña la volvió a tirar al suelo enérgicamente, como si fuera un niño de cinco años. Cogí la pelota y me la guardé en el bolso para evitar llamar la atención lo menos posible. Pero mientras esto sucedía, mi mano poseída le tocó el culo a un hombre trajeado que para mi desgracia ni siquiera era atractivo. Era una mezcla de los actores Steve Buscemi y Marty Feldman y tan alto como Dani Devito. Cerré los ojos avergonzada y al abrirlos tenía una sonrisa picaresca dirigiéndose hacia mí. -¡Lo siento! Iba a coger la pelota y sin querer...- ¿Seguro que ha sido sin querer? No me lo ha parecido. – su mirada pedía una cita en algún lugar oscuro lejos de allí. - Pues le ha parecido mal. Ha sido sin querer – le contesté ruborizada mientras esperaba a que las puertas del metro se abrieran. - Podría darte mi teléfono, por si quieres volverme a tocar el culo otra vez “sin querer”.No terminé de escuchar lo que me decía porque salí corriendo como si caminara sobre las brasas de San Juan.
Y mientras corría mi mano extraña le tendía la mano a la gente en señal de “¡chócala!” y con más de una persona tuve que juntar las palmas como si celebráramos la llegada al trabajo un lunes por la mañana. -¡Buenos días a todos!- saludé nada más llegar y me fui corriendo a mi sitio intentando averiguar cómo lograría pasar toda la mañana con mi mano extraña sin que nadie se percatara de ello.

- Buenos días Amelia. ¿Te encuentras bien? Te noto nerviosa. Y además, tu mano...no deja de moverse.

- ¿Qué? ¿Mi mano? Ah, no. No te preocupes. Es un tic que me aparece en momentos de estrés- intenté ocultar
la risa nerviosa pero mi compañera me miraba como si fuera el espíritu protagonista de una película china.- ¿Te importa traerme un café si vas a la máquina? Tengo trabajo acumulado. Gracias.

- Sí, ahora te traigo uno, aunque quizá te conviene tomarte una tila.

- Mejor café, gracias. No he dormido muy bien.

- Se te nota, hija.

La miré con recelo, pero no quise decir nada más. Lo único que quería era que me dejara en paz.
Cogí un bolígrafo con muelle para que la mano extraña se relajase. ¡Tic tic tic tic tic! ¡Tic tic tic tic tic!
- Eh...Amelia... ¿puedes parar de hacer ruido con el bolígrafo, por favor?
- Sí, sí, claro. Perdona- sonreí mientras mi mano derecha le tiraba el bolígrafo a la cara.
- ¿Pero qué te pasa? ¿Por qué me has tirado el boli?
- Lo siento, lo siento- puse mi mejor cara de gatito con ojos llorosos mientras mi mano tamborileaba en la mesa.
- No lo vuelvas a hacer- mi compañero me miraba con cara de demonio recién salido del averno mientras redirigía su mirada al monitor.
“Vamos a ver Amelia...necesitas salir de aquí en cuanto puedas. No vas a poder seguir inventándote excusas toda la mañana. Lo mejor es que te hagas la enferma”. Me desperté de mis pensamientos cuando me di cuenta de que mi mano extraña me estaba tocando mi pecho derecho y de que tenía delante a mi jefe mirándome con la boca abierta.
- Amelia, necesito que se pase por mi despacho en un minuto.
- Enseguida voy Don Ramón.

“¿Qué vas a hacer? ¡Rápido! ¡Coge algo para distraer tu maniática mano!”. Y mi mano cogió una grapadora. Así que de camino a la sala iba disparando grapas a cualquiera que se cruzaba en mi camino como si fueran zombies de un videojuego.
- Buenos dáis Amelia. Siéntese por favor. Hice lo propio y me coloqué la mano disimuladamente debajo del muslo. Lo que Ramón detectó con la mirada pero obvió mencionar. - ¿Se encuentra bien?
- Si, Don Ramón. No se preocupe. Estoy perfectamente.
- Bueno, perfecto entonces. El motivo por el que la he convocado a tener una reunión conmigo es para comunicarle que le hemos concedido el traslado que pidió hace medio año.
¡Zas! Mi mano le arreó un sopapo de órdago a mi jefe mientras me daba la grata noticia. ¡Zas! Otro sopapo.
- ¡Au!- Don Ramón empezó a frotarse el carrillo golpeado para que se le calmara el dolor. - ¿Se puede saber qué diablos le pasa a usted? ¿En qué está pensando? Voy a llamar a seguridad.
- No, no Don Ramón. Lo siento muchísimo. Por favor discúlpeme. Lo he hecho sin querer.
- ¿Sin querer? ¿Cómo se puede dar dos bofetadas sin querer? ¡Encima ha sido reincidente! Es mejor que se vaya.
- Pero Don Ramón, le prometo que no lo he hecho adrede.
- Váyase ipso facto. Lo mejor será que se tome el resto del día de descanso.
- Sí, Don Ramón. Hasta mañana.

No contestó a mi despedida pero no me importó porque lo único que quería era huir de allí cuanto antes. Cogí mi abrigo y mi bolso sin ni siquiera apagar el ordenador y corrí hacia la salida. Le tuve que pedir a la recepcionista de la empresa que me ayudara a ponerme el abrigo mientras mi mano se quedó plantada en lo alto de su cabeza como si fuera un alienígena alimentándose de su cerebro. “¿Cómo ha podido pasar esto de repente? ¿Será por el golpe que me di ayer tan fuerte en la cabeza antes de acostarme?” Obvié coger el metro y decidí coger un taxi. “¿Qué voy a hacer? Como mi mano no se calme voy a volverme loca”.
- A la calle San Juan por favor.
- Enseguida. Si quiere que apague la música dígamelo.
- Tranquilo. No me molesta.- Y un segundo después tenía al taxista cantando versiones de “Il divo” a voz en grito mientras yo miraba hacia los lados avergonzada. Mi mano extraña compartía mi opinión porque en el segundo tema cogió al taxista por el cuello y empezó a apretar con fuerza.
-¿Qué hace? ¡Suélteme loca!- Me increpó el taxista con la cara roja como un guiri en la playa.
Mi mano izquierda intentaba despegar a la otra de la víctima sin éxito.
-Eso intento. Créame. De verdad que no lo estoy haciendo aposta.
- ¿Me está usted diciendo que me está ahogando sin querer?- El taxista pegó un frenazo, quitó las manos del volante y se despegó de mí. – ¡Bájese ahora mismo!
Le dejé un billete de cinco euros y me fui andando a casa de mi amigo Javi para que me ayudase o simplemente para desahogar mi frustración con él.
-Hola- Javi estaba con pantalón de chándal mirándome desde la puerta. Le debió de parecer atractivo a mi mano porque según le saludaba, ella se fue directa a tocarle los bajos.
- ¿Qué haces Amelia?Perfecto, la novia de Javi estaba en casa.
- ¿Qué? Na...nada, nada. Venía a ver a Javi un rato.- Mi mano izquierda luchaba con la extraña mientras Javi me miraba aturdido.
- No. Que qué haces con la mano ahí puesta.
- Eh...es un saludo que tengo con mis amigos- le contesté mientras reía de manera nerviosa. Pero el chiste, como era de esperar, no le hizo gracia.
- Será mejor que te vayas Amelia- Javi me miraba sin parpadear.
- Lo siento Javi. No lo he hecho aposta. Eso venía a contarte. Necesito que...
- Ahora no es el momento- Me interrumpió.
- Vale. Hablamos en otro momento. Hasta luego. – Me fui corriendo de allí avergonzada mientras mi mano me empezó a dar tortas una y otra vez.“Ahora sí que estás perdida Amelia. ¿Qué vas a hacer? ¿Eh? ¿Qué vas a hacer?”“¡Paraaaaaaaa! ¡Para de pegarme de una vez!” Grité en medio de la calle mientras la gente me miraba como si yo estuviera en tratamiento psiquiátrico. “Antes que volverme loca prefiero estar sin mano. Se acabó.” Me dirigí hacia mi casa lo más rápido que pude. Cuando llegué me esperaba en la puerta mi gato. Mientras le saludaba, mi mano extraña le lanzó por los aires pero afortunadamente aterrizó en el sofá. Cogí el teléfono y llamé al 112.
- Por favor, traigan una ambulancia a la calle San Juan número 1. Es urgente. Me estoy desangrando-. Y colgué.“Ahora estamos tú y yo solas querida mano. Ha ha ha ha ha”. Mi risa nerviosa se tornó histérica y maléfica. Saqué un cuchillo de carnicero que me regaló mi madre, lo levanté por los aires y...

Me desperté en una sala blanca con mi hermana mirándome preocupada y mi madre al otro lado llorando.
- ¿Qué te ha pasado Amelia?- Me preguntó mi hermana.
- Si querías llamar la atención no hacía falta que te cortaras una mano. Mamá, creo que hay que internar a tu hija. No está bien.
- No tiene gracia. ¡Mi mano tenía vida propia!
- Claaaaro, claaaaro.- Mi hermana echaba miradas de reojo a mi madre.
- Dejadme un momento a solas por favor.Me miré la mano desaparecida y me desmayé en un profundo sueño. No sé cuánto tiempo dormí, ni lo que soñé. Y desperté. Seguía en el hospital. Había un enfermero mirándome estupefacto.
- Hola- le sonreí al ver que podría ser el futuro padre de mis hijos.
- Hola.- Su mirada seguía siendo nerviosa- ¿Le importa quitarme la mano de ahí? Miré abochornada y vi que la única mano que me quedaba le estaba agarrando el pectoral al chico.

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